En un cuarto oscuro y frío en medio de fotos y pinzas me encontré con su boca, me perdí en sus sauces y me mojé en mi propio mar. Sus brazos se deslizaban por mi entumecida piel mientras que mis dedos jugueteaban con su pelo. Las miradas se cruzaban en medio de un rápido abrir de ojos y el calor corporal encendía nuestros pensamientos. Las palabras sobraban pues ambos cuerpos se entendían y se fundían apasionadamente. La dulce tentación se convirtió en pecado y la manzana fue mordida una y otra vez. Te abracé, te besé y te deseé con todas mis fuerzas, pero cuando decidí mirarte sólo encontré mis sábanas blancas con olor a frenesí.
Bello es la palabra, me lo dice el corazón. Tu piel de cerámica en mis ojos brilló. Quiero tocarte, quiero hablarte. Eres un imposible, eres tan intangible. Te he tocado en mis sueños, acaricié tu piel con mis manos. Mis oídos anhelan una sola palabra o sonrisa. Mi boca te desea y mis pies bailan hacia donde estás. ¿Será que puedo entrar? ¿Será que debo marchar? Los días terminan rápido y enfrente de mí pasas una vez más. Saboreo tu estancia, unas veces amarga otras dulce. Eres el postre que nunca comí, los ojos que nunca miré, la boca que nunca besé. El futuro lo dirá: Eres tan mío en pensamientos, ¿pero lo serás en la realidad?
Extraño un mundo que no fue, un momento que no existió, una persona que no me miró. Estás y no estás pero en mi mente vivirás, el chip no se apagará; y aunque mi utopía no se hizo realidad, en ese universo vivirás una vez más. Quisiera una última oportunidad, un segundo de felicidad, pues tus pupilas eran un dulce apreciado y tus palabras un almíbar que se derramaba en mis oídos. Deseo que disfrutes pasiones y colores que no conociste, que crezcas como ser humano y que tu corazón sienta mariposeos por una flor que deseas polinizar. Deseo también que algún día me recuerdes y que si nos llegamos a encontrar pueda verte convertido en un hombre de verdad, y que mi alma siga siendo tan sensible como para darte un beso sin tocarte.